
Quienes me conocen lo saben… Soy un fan de las viejas formas, de la vieja escuela. Extraño los acetatos de 33 revoluciones, el sonido de los amplificadores de bulbos y a los Transformers edición 1985.
Anhelo haber vivido en los días en que la guerra se libraba con honor, frente a frente; los tiempos en donde las relaciones eran serias y no había “frees”; cuando el fútbol era un deporte y no un negocio; cuando mamá era un sentimiento y no una obligación del apellido.
Para los que nacimos antes de 1985 todavía existe la nostalgia. Ese sentimiento ya no existe para las nuevas generaciones y es una obligación para nosotros enseñárselos, enseñarles a no depender de la tecnología, a disfrutar de la vida como una triste festividad y no como algo pasajero. Pero sobre todo: a vivir de acuerdo a un código, inquebrantable, firme; que duele a veces pero que al final nos permite mantener la frente en alto… nos permite sentirnos dignos.
Anhelo haber vivido en los días en que la guerra se libraba con honor, frente a frente; los tiempos en donde las relaciones eran serias y no había “frees”; cuando el fútbol era un deporte y no un negocio; cuando mamá era un sentimiento y no una obligación del apellido.
Para los que nacimos antes de 1985 todavía existe la nostalgia. Ese sentimiento ya no existe para las nuevas generaciones y es una obligación para nosotros enseñárselos, enseñarles a no depender de la tecnología, a disfrutar de la vida como una triste festividad y no como algo pasajero. Pero sobre todo: a vivir de acuerdo a un código, inquebrantable, firme; que duele a veces pero que al final nos permite mantener la frente en alto… nos permite sentirnos dignos.
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