21/1/08

Vida y Obra

La vida no es más que la suma de nuestros actos. Así lo demuestran las grandes figuras de la historia, desde Jesús de Nazareth, hasta Osama Bin Laden.

Los motivos para hacer o dejar de hacer algo, pasan a segundo plano cuando somos juzgados por el resto de los hombres. El bien o mal mayor o menor que deriven de nuestros actos son desestimados por el acto mismo; ya que los seres humanos en nuestra arrogante sabiduría, determinamos que es bueno o malo. Es entonces cuando las disyuntivas morales salen a flote, y juzgamos y enmarcamos a quien roba un pan para alimentar a su familia como criminal; y ensalzamos a quienes explotan a los pobres para servirse y enriquecerse de ellos como “triunfadores”. Aun cuando sus prácticas son moralmente reprobables, la ley permite a los ricos pisotear a los pobres. Sobajarlos, ningunearlos y sacrificarlos en nombre de una sociedad que en una falaz afirmación dice incluirlos es la práctica cotidiana de los gobiernos capitalistas occidentales. Mentirles diciendo que sus penas son para bien de todos, es el justificante para, por ejemplo: enviar jóvenes de comunidades pobres a morir o ser mutilados a Irak o Afganistán; militarizar un país para justificar una “Guerra contra el narco” y dejar que los estratos más bajos de ambos bandos mueran, mientras sus lideres cómodamente fuman un habano en sus oficinas.

Así pues, la situación de quienes no gozamos de los lujos del poder o del dinero, se hunde cada vez más en un lodazal creado precisamente para sostener la hegemonía de los potentados. Y el pueblo, cegado por los circos creados para enajenarlo, no puede ver la realidad en la que se encuentra y sobrevive con la esperanza de que su suerte cambiara algún día de la mano de una figura carismática.

Si no comenzamos a despertar y a tomar el sendero de nuestras vidas en nuestras manos, los poderosos abusivos seguirán dictando las reglas y los caminos a seguir. Despertar cada uno por su cuenta, es la forma en la que las cosas van a cambiar para beneficio de la colectividad. Permanecer pasivos, esperando la gracia del o de los “tlatoanis” en turno, es el camino hacia la autodestrucción de nosotros como especie pensante. A ellos no les importa si hacen el bien o el mal, mientras sus bolsillos se llenen de dinero y su voz no sea cuestionada. La moral para ellos esta dictada por las interminables filas de ceros que tienen sus cuentas de banco. En cambio para nosotros, la moral esta dictada por ellos…

¿Acaso es esto justo? ¿Es justo que nos reduzcan a ser una colonia de hormigas a su servicio? ¿Cuándo va a ser escuchada la voz de los disidentes que sólo quieren que las condiciones sean equitativas para todos? ¿Cuándo…?

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